
Hoy, domingo,
deponen su ferocidad, su mando
de orejas erguidas,
su arcaica brujería,
y optan por echarse e inspeccionar nuestro descanso,
la labor de clasificación,
rotulado, encasillamiento,
de nuestras pequeñas construcciones,
y acaso el displicente ronroneo
es un perdón,
un acorde
de la musica del instinto.
A media tarde
dejamos de interesarles, enmudecen,
y con envidiable solidaridad
corren hacias sus iguales,
la abeja que revolotea en el jardín, la hoja cayendo en espiral
sin sentido aparente:
velos rojizos
y dorados lustres vegetales
cuelgan de las zarpas.
Estirados en el sillón,
mirando esos enigmáticos juegos,
nuestras sensaciones se aclaran,
se hacen más claras
que los dictados del cerebro.
No, no los llamaremos,
la interrupción les disgustaría.
Nota: el domingo pasado, un criminal, un ser con características anatómicas humanas, dio muerte a nuestro pequeño gato que había osado subir a un techado de una cochera compartida por nosotros con este sujeto.
El domingo es un día muy triste. Siempre será triste el día domingo.
P@o
Ayy, me emocioné tanto con este hermoso poema... Y ahora que leo lo terrible que ha sucedido no puedo parar de llorar.
ResponderEliminarNo soy de desear mal a nadie pero ojalá que ese hijo de puta reciba muchísimo sufrimiento.Aunque no sirva de nada, ya sé.
Creeme que te entiendo. El primer gato que tuve fue torturado y asesinado brutalmente por un vecino, enfermo criminal como este otro hijo de puta.
Sé que no hay nada que pueda decir que consuele tanto dolor.
Te dejo un abrazo inmenso, con todo mi corazón.
Deseo que puedan recuperarse pronto y la vida les de muchas alegrías y bellas sorpresas, y que logren recordarlo y tenerlo presente con una sonrisa.
Gracias por tus palabras. La bestia "humana" ya tiene su merecido: llevará por siempre el estigma de los mal nacidos y algún día rendirá cuenta ante su propia conciencia.
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